• Poemas

    Algunos de mis poemas inéditos

    La Paz

     

    La paz que otorga la altura

    la paz de dios

    si abajo el mundo tintinea

    la paz del camposanto

    y de la sepultura

    la de la vista clara

    la ciencia de la paz

    – que es la paciencia –.

    La paz del libro

    la del trabajo gustoso

    la del verso que va abriéndose camino

    la paz que desarbola la conciencia

    la paz de los abrazos generosos

    la paz de la guitarra de un amigo.

     

    Para acabar con esta guerra

    todas esas paces necesito.

    Callad

     

    Callad para escuchar el mundo

    que en el fondo del corazón retumba

    donde la verdad palpita

    la pared de la impostura se derrumba

    y, aún de noche,

    se pueden ver los ojos de la vida.

     

    Recelad de la noción de lo imposible

    abrid el cerrojo del alma

    aunque el lenguaje nos duela

    tomad el aire donde germina la grana

    y decid palabras

    como ángeles que vuelan.

    Dios inventó el tiempo

    para que pudieran terminar

    las legislaturas.

    Ganas de decir

     

    Ganas de decir y de decir,

    de comprimir el aire

    hasta el dolor de oído,

    de que mi voz

    ocupe los vacíos

    para desalojar la soledad.

     

    Ganas de decir y trabajar

    la geometría de las almas,

    igual que el tiempo trabaja las certezas

    y el viento el cuerpo de las nubes.

     

    La poesía como arena

    que va limando el desaliento,

    el amor igual que el agua

    que los dedos no sujetan.

     

    Ganas de decir

    y celebrar el don de lo vivido

    partiéndome por repartir

    amando hasta el desquerer

    latiendo a contralatido.

    Safari

     

    El rey se fractura la cadera
    por donde se articula el fémur
    con Botswana.
    El karma no comprende de coronas.
    Los elefantes tienen memoria
    republicana

    Los Olvidados de los Olvidados

     

    Hay un mundo en que los cuerdos

    duermen solos en la calle

    tienen barbas con piojos

    beben lluvia, comen mondas

    y desprenden el aroma

    del olvido de los locos.

     

    Hay un mundo en que los cuerdos

    llevan un bebé en los ojos

    mean en la tierra yerma

    callan cuando les preguntan

    y se clavan como abrojos

    en la piel de la miseria.

     

    Por eso hay locos que sujetan

    a sus cuerdos muchos años

    con cadenas a los troncos

    o los meten en cuartuchos

    sin ventanas para aislar

    tanta cordura contagiosa.

     

    Otros locos, sin embargo,

    se deshacen de sus cuerdos

    y los llevan a lugares

    donde un loco de remate

    asegura que exorciza

    sus demonios con ayuno

    con plegarias, con palizas.

     

    Hay países donde locos ilustrados

    han probado que los cuerdos trepanados

    ya no gritan, ya no lloran

    ya no actúan a destiempo

    y son cuerdos sin recuerdos

    de que un día fueron locos.

     

    Los cuerdos dicen que no están cuerdos

    los locos que ellos deciden eso

    y los cuerderos ponen camisas

    y los psiquiatras ponen su empeño

    en hacer tesis con los factores

    que contribuyen a encuerdecernos.

     

    Pero hay un cuerdo en todos nosotros

    y quizá un loco en todos los cuerdos

    y un mismo miedo que nos arrolla.

    Y, poco a poco, mi loco teme

    volverse cuerdo. Y, poco a poco,

    mi cuerdo empieza a volverse loco.